A 12 mil 684 kilómetros de distancia, los sentidos se estremecen y (a cada paso) resulta inevitable establecer paralelismos entre ambos paseos marítimo: uno, ícono de la isla caribeña desde la ubicación de la primera piedra en el siglo XIX; el otro, símbolo de una urbe que exhibe modernidad y lujo en la península del golfo Pérsico.
Con una extensión de siete kilómetros, este resquicio de hogar en el Medio Oriente ofrece una vista espectacular hacia la ciudad, al tiempo que conecta con sitios muy demandados por los visitantes como el Parque Al Bidda, el Museo de Arte Islámico, la Skyline de la West Bay, el Teatro Nacional, entre otros.
Por su parte, el muro de concreto en la bahía antillana resguarda monumentos en honor a héroes como Máximo Gómez y Antonio Maceo, además de emblemáticas edificaciones como el Castillo de la Real Fuerza, el Castillo de San Salvador de la Punta, el Torreón de San Lázaro, La Chorrera, sin obviar a hoteles, restaurantes y bares.
Como un deja vu, el lugar de encuentro más visitado de la capital cubana aparece entre los flashes de las cámaras, la música, el bullicio del certamen futbolístico, el ir y venir de personas de diversas nacionalidades, que desafían el clima y se embriagan de la cultura musulmana, como especie de licor ante el bajo consumo de cerveza.
Sede habitual de las fiestas por el Día Nacional de Qatar o del Deporte, la Corniche pasó de ser un tramo vacío a convertirse en un elemento distintivo de la urbe y ejemplo del boom económico experimentado en el país desde el siglo XX.
Los espacios de marras discurren junto al mar y permiten que los habitantes puedan disfrutar de las vistas más espectaculares de las zonas, mientras las parejas y los amigos dialogan, los “fitness” corren para mantener el cuerpo atlético y los botes descansan en aguas tranquilas.
La oscuridad que -a veces- perturba en el malecón de la isla caribeña contrasta con el exceso de luces multicoloridas en suelo qatarí, donde la generación de electricidad no es problema, por sus amplias reservas de petróleo y gas.
Con limitado acceso a las bebidas alcohólicas y la normativa de exhibir poca efusividad en respeto a los anfitriones, centenares de miles de turistas comienzan a sentir nostalgia conforme pasan los días, aunque la Copa Mundial de fútbol sea una fiesta y “vivir cada momento” una frase repetida entre los seres humanos.
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