Aunque el halo fantástico de este sitio es tan ficticio como un gol anulado por el VAR o la trama de las películas que acogió en la década de 1940, diversas narrativas entretejen la historia de Film City –así también la nombran- a lo largo de los años.
Recreación contemporánea de un antiguo pueblo árabe, el espacio parece una alucinación en medio de la nada, con palmeras que imprimen un poco de color al interminable paisaje árido y el beige de las instalaciones deshabitadas.
Ubicada detrás de un cañón en el desierto de la península de Zekreet, Film City sacia la curiosidad de turistas y calma la sed de los aventureros, que quedan impresionados ante el azul verdoso del oasis, en contraste con las dunas, las condiciones del terreno para llegar al sitio y la distancia de cualquier ápice de civilización.
Construida en los años 40 del siglo pasado para grabar series televisivas, la zona atesora mitos y leyendas en torno a su surgimiento, como escenario de una gran producción de Hollywood o de una película árabe.
En medio de tantas fábulas, sí queda claro que este paraje abandonado resulta una atractiva oportunidad para disfrutar del silencio y aprender de la cultura local, uno de los designios principales de los organizadores de Qatar 2022.
Y es que como si se tratara de una prueba para acceder a un misterio milenario, el recorrido para conocer la urbe obliga a pasar por un túnel, luego el mapa indica seguir la brújula hacia el norte y atravesar el terreno surrealista, cuya superficie pedregosa se transforma en arena.
Las crestas, además, crean una estructura similar a un cañón en miniatura, y una colección esférica de piedras resguarda el área, mientras las palmeras indican el camino improvisado hacia el valle, que acoge edificios agrupados alrededor de la plaza, con pesadas puertas de madera, torres y mezquitas con miradores.
Ante el ajetreo constante en materia de fútbol, la Ciudad Fantasma deviene espacio perfecto –incluso exclusivo- para liberar la presión acumulada en medio de las sorpresas de la cita deportiva. Un soplo de tranquilidad lejos del bullicio en los estadios y las luces de las modernas Doha y Lusail.
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