Por Marta Cabrales
Corresponsal en Santiago de Cuba
Por esa razón, las fechas que marcan su calendario trascienden notablemente y así sucede en especial con aquella de su llegada al mundo en 1853.
El Mausoleo donde descansan sus cenizas en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, de esta ciudad, ejerce su magnetismo desde que fuera inaugurado el 30 de junio de 1951.
Sin embargo, la permanencia del Héroe Nacional cubano en el lugar data del 27 de mayo de 1895, tras múltiples avatares, porque aun muerto su grandeza desafió a las huestes enemigas.
La construcción del conjunto monumental obedeció al proyecto presentado por el dúo Benavent- Santí al concurso convocado al efecto y se inició en 1947. En su concepción se fraguaron aproximaciones a apotegmas martianos.
Al frente, flanquean la calle peatonal 28 monolitos que aluden a los campamentos donde permaneció durante la guerra, desde el desembarco del 11 de abril hasta su caída en combate el 19 de mayo de 1895.
Un basamento en forma de cono truncado permite ascender al deambulatorio, desde donde puede contemplarse el túmulo funerario. Alrededor, en forma de hexágono, seis cariátides de seis metros de altura evocan las provincias cubanas de entonces.
Arriba, el lucernario posibilita la entrada de luz natural y que en determinados momentos del día entren directamente los rayos del sol. Abajo, sobre un pentágono regular descansa la cripta, escoltada por los escudos de las 20 repúblicas americanas, por orden alfabético.
Los restos sagrados reposan en una urna de bronce, sobre un puñado de tierra traído desde todos los países del continente. Encima, una bandera cubana y un ramo de flores cumplen el deseo expresado en uno de los Versos Sencillos.
LA INDIGNACIÓN DE GLORIA CUADRAS
Antes del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, los homenajes al Héroe Nacional se prestaban para la manipulación política y los desmanes de los gobiernos de turno que enarbolaban su legado a conveniencia.
Una muestra de ello se refleja en el testimonio de la legendaria luchadora clandestina Gloria Cuadras de la Cruz, quien anotó en sus memorias las impresiones del controversial momento de la ceremonia solemne, cuando la urna fue trasladada hasta el conjunto monumental.
Recordó la revolucionaria santiaguera, fallecida en 1987, que el presidente Carlos Prío Socarrás (1948-1952), gobernante por el Partido Auténtico, trató de capitalizar la atención popular con ese gesto de justicia y apaciguar el descontento por la corrupción reinante.
La peregrinación desde el Palacio del Gobierno Provincial, rememoró, fue encabezada por el mandatario y al final, la población.
También estuvo presente el líder ortodoxo Eduardo Chibás, “a quien acompañábamos los que como él sentíamos de veras amor, respeto y profunda veneración por la memoria del Apóstol de la Independencia, muerto por unos ideales que aún, en realidad, no se habían realizado”.
En su evocación, Cuadras apuntó el repudio expresado a Prío y la simpatía hacia Chibás por las personas comunes congregadas para la ceremonia. Igualmente, la prueba de contención y serenidad dada por este último al presenciar cómo aquellas manos enlodadas cargaban la caja “que encerraba el más grande tesoro de la Patria”.
LESCAY, HODELÍN Y MARTHA HERNÁNDEZ
En esta urbe, Martí es una presencia que rebasa lo icónico y para corroborarlo basta acercarse al antiguo cuartel Moncada, asaltado por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, y jóvenes revolucionarios el 26 de julio de 1953, justamente en el año del Centenario de quien consideraron el autor intelectual del hecho.
Muy cerca de la que fuera importante fortaleza militar del país, en la intersección de la avenida honrada con su nombre y la Carretera Central (Avenida de los Libertadores), una escultura de Alberto Lescay lo echa a andar en el tráfico intenso de vehículos y caminantes.
Desde el 19 de mayo de 2002, una guardia permanente de honor refuerza la reverencia y otorga una conmovedora solemnidad a un sitio que ya de por sí estremecía. En ocasión de los 107 años de la muerte de Martí en Dos Ríos, jóvenes soldados comenzaron a escoltar su tumba en nombre de Cuba toda.
El 30 de julio del 2007, el entonces presidente Raúl Castro encendió la llama eterna que arde en su memoria y la de tantos que convirtieron a la independencia de la nación caribeña en el máximo sentido de sus vidas.
A partir de la alborada de transformación y libertad, el tributo a José Martí cobró sentido en la realidad y en cada fecha relacionada con su vida y obra patriótica, el Mausoleo acoge una especie de rendición de cuentas de los cubanos al legado del héroe.
En ese homenaje perpetuo de los santiagueros, en nombre de los cubanos y de muchos otros que lo admiran en diversas latitudes, están también las investigaciones del neurocirujano Ricardo Hodelín Tablada, quien publicó libros sobre las enfermedades sufridas por Martí y continúa escudriñando en esas y otras aristas de su vida.
Idéntica devoción la de la historiadora Martha Hernández, de la Oficina del Conservador de la Ciudad, quien por mucho tiempo ha cuidado con celo el valioso patrimonio de la necrópolis y en particular el entorno vinculado al Héroe Nacional.
Hay un sedimento especial que respalda el dominio acerca del Mausoleo: la participación en la señalización de la ruta funeraria de su cadáver desde el Jobo de Damajagual, realizado en ocasión de la conmemoración del centenario de la caída en combate del Apóstol.
Igualmente, a raíz de esos 100 años, tomó parte en el equipo que acometió, en 1994, la primera restauración integral del sitio monumental en Santa Ifigenia.
Enorme responsabilidad histórica para los santiagueros la de cuidar los gloriosos restos. Ahora, a 170 años de las primeras luces de Martí, ese compromiso se renueva.
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