Por estos días, en su condición de candidata a diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, ha vuelto a nutrirse de esa savia que está en la base del país, al recorrer barrios del municipio de San Luis, por donde irá a las elecciones del próximo domingo 26 de marzo.
Diputada durante el noveno mandato, conoce de cerca la enorme responsabilidad que esa condición entraña porque no puede desligarla de aquella que significa ser líder institucional de la segunda casa de altos estudios fundada en Cuba, la cual arribó recientemente a sus 75 años.
Los actuales desafíos de la enseñanza universitaria tienen entre sus miras el desarrollo local y el fortalecimiento de la gestión gubernamental en los municipios, esos territorios en los que, a la larga, se deciden los destinos de la nación, tanto en lo económico como en lo social y político.
Entre sus desvelos está la necesidad de conocer y aprovechar las potencialidades productivas de cada lugar y cuánto se les puede incorporar desde la ciencia y la innovación, como insiste el presidente Miguel Díaz-Canel.
Se trata de acercar cada vez más allí el conocimiento y sus resultados derivados de la enseñanza superior y en tal sentido uno de los objetivos es que cada alumno tenga entre sus temas de investigación algunos que se relacionen con sus ámbitos de origen.
Una fortaleza para esos propósitos son los Centros Universitarios Municipales ubicados en San Luis, Palma Soriano, Contramaestre, Segundo Frente, Tercer Frente, Julio Antonio Mella, Songo-La Maya y Guamá.
Estar al frente de una institución tan grande, en la que se desarrollan múltiples y complejos procesos, ocupa la mayor parte de su tiempo desde el 2017, tras desempeñarse como decana de la Facultad de Ciencias Sociales y vicerrectora primera, además de cumplir con éxito una misión en Venezuela.
Cuando se refieren a ella, estudiantes entrevistados aseguran que continuará representándolos muy bien en el parlamento y profesores elogian su sentido común al hacer los planteamientos y su capacidad de liderazgo, al igual que sus dotes organizativas y metodológicas.
Entre sus orgullos, la condición de excelencia de la UO, los más de 70 mil graduados para Cuba y el mundo, la connotación como universidad mambisa y de gran impronta revolucionaria, el desdoblamiento de sus espacios para enfrentar la Covid-19 y el alcance internacional de esos ámbitos académicos.
Hace un lustro, la Cátedra honorífica consagrada al líder histórico de la REvolución cubana Fidel Castro es otro de sus tesoros, a la cual apoyó desde el inicio y le dedicó la calidez humana que le es inherente.
En su hogar Alejandro, el esposo, también docente de la UO, y Alejandra, la hija adolescente que avanza en sus estudios de música, junto a los demás integrantes de la familia, devienen retaguardia amorosa que es vital para tanta entrega sin horarios ni fechas preestablecidas.
Amable y comunicativa, sensible y talentosa, impregna de la energía y el entusiasmo de sus 50 años a la comunidad universitaria que dirige, en medio de las limitaciones materiales y las complejidades sociales de esa enseñanza en el país.
Con sus raíces afincadas en el batey azucarero del central Brasil, del municipio de Esmeralda (en Camagüey, centro del país), y en una familia dedicada a esas faenas, desde su madre en los tándems y sus dos tíos, uno como mecánico imprescindible ante cualquier rotura y el otro como cocinero, Diana es fiel a sus orígenes.
Particularmente conmovedora es la imagen que guarda de su abuela, Fermina Bell Fabá, llamada Nené por todos, analfabeta que lavaba y planchaba la ropa de las personas pudientes tras caminar diariamente más de tres kilómetros.
La doctora en Filosofía, “aplatanada” en esta ciudad tras egresar de esa misma Universidad, se nutre de ese pasado de desigualdad de sus ancestros para defender con vigor e inteligencia los logros de la Revolución.
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