«Estamos confiados porque este equipo resulta mucho mejor que el de 2018 en el Mundial de Rusia», declaró a Prensa Latina el jubilado Arthur Ribeiro, de 76 años.
El otrora operador de producción de bicicletas también advierte que el fútbol cambió muchísimo y la diferencia técnica entre las escuadras se acortó con la avalancha de jugadores de todas las nacionalidades insertados en clubes de fuertes ligas en Europa.
Antes, explica, el favorito en el papel casi cumplía en el campo. «Ahora la calidad está muy pareja y cualquiera asusta. Mira los duelos de Argentina y Alemania», al aludir a las inesperadas derrotas 1-2 de ambos ante Arabia Saudita y Japón, respectivamente.
En ese mismo tono, Carlos Alberto Pereira, de 33 años y especialista en desarrollo de negocios, reconoce que lo de predilecto al trono no le va bien a Brasil, aunque tiene excelentes jugadores.
Menciona como la Canarinha, pentacampeona mundial, figura invariablemente con ese cartel y no subió ni al podio de los últimas cuatro citas planetarias (2006,2010,2014,2018).
Considera que este jueves, Neymar Jr. y compañía saldrán a la grama muy presionados, porque los descalabros de la Albiceleste de Lionel Messi y los «tanques alemanes» encendieron alarmas y «a veces el fracaso de otros debilita a los fuertes».
Para Pereira, la confianza es madre de cualquier descuido y Brasil tiene que salir a matar «como lo hizo España (7-0) contra Costa Rica».
Insiste en que un mundial no es un torneo para improvisar ni dar oportunidades, es «una guerra a la que se sale siempre, con tus mejores jugadores, a ganar todas las batallas».
Por el momento, Adenor Leonardo Bachi (Tite), director técnico, estableció una marca histórica en el fútbol brasileño.
Jamás un entrenador que perdió un mundial (el de Rusia-2018) continuó al mando de la selección nacional durante todo el siguiente cicloe.
Tal vez Tite y, sobre todo, la maquinaria del «jogo bonito», están ahora más vigorizados para levantar el anhelado sexto cáliz universal en Qatar.
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