Por Jhonah Díaz González, Enviado especial
La expectación toca niveles inefables arropada por los misterios de un deporte veleidoso per se, que se ufana de colocar frente a frente a Lionel Messi y Kylian Mbappé, quienes representan su pasado, presente y futuro.
Una final de contrastes con América y Europa en el punto de mira del colimador, que exhibe, por un lado, a Messi dispuesto a agotar sus energías en los 90 minutos más significativos de su ya excelsa trayectoria, y, por el otro, a Mbappé en un nuevo día para alimentar su grandeza.
El sudamericano enfrenta la oportunidad de afianzarse como el mejor jugador de la historia y zanjar –de una vez y por todas- el manido (y hasta perjudicial) debate sobre si supera a “Pelé”, Maradona, Johan Cruyff, Zinedine Zidane, Alfredo Di Stéfano, Ronaldo el brasileño o Ronaldo el luso.
De alguna extraña forma, este choque trata más del individuo (Messi), aun cuando desde lo colectivo se anhele la tercera estrella de un país que levantó su anterior trofeo hace 36 años de la mano del “Pelusa” Maradona; pero incluso la selección y los hinchas reconocen el interés de encumbrar al ex del fútbol club Barcelona.
Les Blues, en tanto, tienen ante sí el reto de refrendar la corona alcanzada en Rusia 2018, hazaña únicamente rubricada por Italia (1934, 1938) y Brasil (1958, 1962), en un fútbol contemporáneo diferente en extremo al vivido por las citadas naciones bajo las luces del siglo XX.
Resta poco para el duelo que decidirá, además del campeón, el ganador del Balón de Oro y la Bota de Oro, porque Qatar 2022 peca de sui generis desde su elección misma y los azares del destino crearon el guion más dramático posible, con la mística propia de la competición.
Tras 29 días de puro ajetreo, la “albiceleste” del técnico Lionel Scaloni y Les Blues de Didier Deschamps escribirán una nueva página en el libro de relatos del fútbol en un tope que saca chispas desde lo mediático, aunque eso quedará en el anuario las anécdotas. La misión es otra.
Por demás, será una revancha del torneo en el territorio eurasiático, cuando los europeos dejaron fuera del concurso a los sudamericanos (4-3) en la fase de octavos de final, mientras el vencedor de la batalla de Lusail quedará como el cuarto territorio más exitoso, después de Brasil (cinco), Alemania e Italia (ambos cuatro).
La titular Francia, sin un calor excesivo de los seguidores y azotada por lesiones o enfermedades, enfrentará su cuarta final, tras las victorias en 1998 y 2018 intercaladas con una derrota (en los penaltis) en 2006.
El monarca de América, Argentina, llegará a su sexto día de cierre: escaló el Olimpo en 1978 y 1986 y secó lágrimas en 1930, 1990 y 2014, la última con un Messi mucho más joven en el campo, aunque este de 35 años encontró el camino hacia el trono del paraíso de las leyendas.
Llegó la hora de la verdad. Viejos héroes mostrarán su ímpetu, otros soldados enseñarán su poderío. El éxito conlleva sangre y fuego, lágrimas y sonrisas, mientras la gloria solo alcanza para una selección.
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