Por Ariel B. Coya, enviado especial
En la capital argentina también se presentaron Samuel Lee y Miller Anderson, dos de los estadounidenses que lo superaron tres años antes bajo los cinco aros de Londres 1948, pero sin miedo —siempre sin miedo— ¡splash!… una y otra vez él entraba como una aguja en el agua y ganó los oros del trampolín de tres metros y la plataforma.
El miedo, le repetía de pequeño su padre, está para vencerlo y uno tiene que superarlo sin ayuda de nadie. Por eso en su niñez lo dejaban treparse a los árboles o jugar en la azotea sin ser regañado. Ese arrojo también hizo que, en su temprana juventud, cansado de quedar último en las competencias de natación, Capilla no tuviese reparos en aceptar la propuesta del entrenador Mario Tovar de cambiar la piscina por el tanque de clavados.
Cuando tenía 17 años, ya había dominado las alturas y su talento era patente, como demostró en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 1946 y Guatemala 1950, en los que nadie lo supera.
Antes Tovar se había ido con una camarita a estudiar la técnica de los clavadistas de Estados Unidos, la gran potencia de la especialidad por aquel entonces —lo que sería China actualmente—, y le enseñó a Capilla ese método: la manera elegante de sacar los brazos por los costados, cómo caminar en la tabla…
En la Olimpiada de Helsinki 1952, ya como abanderado de la delegación mexicana, vuelve a medirse a los norteamericanos.
En la capital finlandesa compite con una mano fracturada, tras lesionarse en un entrenamiento, y en la final del trampolín queda cuarto, pero en la plataforma obtiene una plata con sabor a oro, la única medalla de su país en esos Juegos.
Su duelo con los estadounidenses continúa en los Panamericanos de México 1955, donde Capilla no falla. Como en la cita de Buenos Aires, otra vez acapara los dos oros y es la gran estrella del clavados junto a la sensacional Pat McCormick.
Le falta, sin embargo, la gloria olímpica. Una gesta primordial que llegará en Melbourne 1956, donde vuelve a verse las caras con Bob Clotworthy, Gary Tobian y Don Harper —ganador como él de un título panamericano el año antes, pero en el trampolín de la gimnasia—, además de Richard Connor.
En el trampolín, Clotworthy y Harper acaban sobrepasándolo el 1 de diciembre hasta dejarlo en bronce, pero en la plataforma días más tarde Capilla no se derrumba. Cada vez que se lanza al vacío su cuerpo se torna poesía entre el aire y el agua, y aunque Tobian remonta posiciones no consigue alcanzarlo.
“Era el primer mexicano que después de 45 años le ganaba a Estados Unidos… era histórico”, recordará luego el campeón, quien al regresar a su país fue recibido con todos los honores e incluso debutó en el cine en una película protagonizada por Germán Valdés, el célebre Tin Tan.
Irónicamente, el salto al vacío más largo de Joaquín Capilla sobrevino después de alcanzar la cima y duró 31 años, en los que el héroe se hundió en la pobreza y el abandono, lastrado por las adicciones, hasta que después de tocar fondo consiguió una vez más salir a flote.
El 8 de mayo de 2010 falleció a causa de un infarto, a la edad de 81 años, no sin antes haber recibido el Premio Nacional del Deporte 2009 por su trayectoria como el máximo medallista olímpico de México y una de las leyendas panamericanas.
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