Por Pablo Usui, enviado especial
Por esa época, antes que Brasil emergiera como la potencia mundial en el deporte de la malla alta que es en la actualidad, las chicas del Perú reinaban en Sudamérica, donde ganaron 11 de los 13 campeonatos celebrados entre 1964 y 1989, primero bajo la tutela del entrenador japonés Akira Kato y después del surcoreano Man Bok Park.
De hecho, en Panamericanos, desde Winnipeg 1967, sus equipos obtuvieron la medalla de plata en cuatro ediciones seguidas, en tres de las cuales solo fueron superadas por las cubanas, que ya empezaban a encumbrarse como las espectaculares “Morenas del Caribe”.
Precisamente, en el último de esos certámenes, el de San Juan 1979, despuntaría Tait, quien a sus 17 años entró en el “sexteto ideal” del continente, antes de brillar como la mejor jugadora del Mundial juvenil de 1981, en México, donde Perú alcanzó también la final.
Era el comienzo de una década prodigiosa para las “Hijas del Sol”, como fue bautizado aquel equipo que ascendió también al podio en los campeonatos del orbe para mayores de 1982 y 1986 con las preseas de plata y bronce, respectivamente.
En sus filas reunía a destacadas figuras como Natalia Málaga, Cenaida Uribe, Gina Torrealva, Rosa García, Denisse Fajardo, Cecilia del Risco y la espigada central Gaby Pérez del Solar, pero el arma definitiva era Tait, su capitana y dorsal número siete.
Con 1,82 metros de estatura, la potencia de sus remates hacía que perforase casi cualquier defensa.
Justo así, Perú consiguió las medallas de bronce y plata en los Panamericanos de Caracas 1983 e Indianápolis 1987, luego de tropezar en ambas ocasiones con las cubanas.
Su momento cumbre llegó en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, pues en aquella cita —a la que no acudió la mayor de las Antillas— las sudamericanas avanzaron a la discusión del título, tras sensacionales remontadas sobre China y Estados Unidos en la fase de grupos y otro agónico tie-break con Japón en semifinales.
En el choque por el oro pusieron contra las cuerdas a la Unión Soviética con estrellas como Irina Smirnova y Valentina Oguienko al ganar los dos primeros sets y colocarse hasta tres veces a un punto de la victoria, pero el equipo europeo acabó imponiéndose en otro dramático quinto set (17-15).
Pese a sucumbir en la discusión del cetro, Tait fue elegida la más valiosa del torneo, aunque poco después se retiró de la selección y también del deporte activo debido a persistentes molestias en una de sus rodillas.
En 2005 se convirtió en la primera sudamericana exaltada al Salón de la Fama del Voleibol y cinco años más tarde logró un triunfo aún más importante, al superar un cáncer de ganglios.
Tras bregar varios años en la política de su país, defendiendo el deporte y diversos programas sociales, en 2019 la “Zurda de Oro” tuvo el privilegio de encender el pebetero de los Juegos Panamericanos de Lima, momento emotivo que remató con la seguridad de siempre: “Es mi premio en vida”.
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