En el Centro de Deportes de Contacto —que antes vio celebrar a los taekwondistas de México—, la cereza del pastel auriverde la puso esta vez Rafaela Silva, con su regreso triunfal tras la suspensión por dopaje que la privó del título en Lima 2019.
Después de proclamarse dos veces campeona mundial y una medallista de oro olímpica, la estelar judoca que emergió de la favela carioca Cidade de Deus se mostró feliz de conquistar al fin un oro panamericano tras batir como un huracán a la argentina Brisa Gómez en los 57 kg.
“Estoy muy contenta con la medalla de oro. Era mi objetivo acá y ahora quiero luchar para ganar también por equipos. Estoy muy feliz de representar a Brasil”, dijo ya rodeada de periodistas.
Antes de ella, uno tras otro, todos los brasileños habían desfilado con medallas al cuello, después de ganar cuatro de las cinco divisiones que animaron la primera fecha del judo en la capital chilena, incluso doblando en alguna como los 48 kg, donde Alexia Nascimento y Amanda Lima hicieron el uno-tres en el podio.
A ambas se sumaron Larissa Pimenta y Michel Augusto, campeones de los 52 y 60 kg en ese orden, mientras William Lima se colgaba el bronce de los 66, la única categoría que no tuvo finalista del gigante sudamericano.
Hace tiempo que Brasil descuella como potencia del judo en el continente: en Toronto 2015 ganó 13 preseas (5-2-6) y en Lima nueve (4-1-4); pero todo apunta a que en Santiago su “zafra” será mucho más grande.
Si lo consigue, podría poner de relieve que el sol en los tatamis ahora mismo nace en Japón, pero se pone en el país de la bandera auriverde.
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