“Sabemos que sobre nuestros hombros hay una responsabilidad. Tenemos a toda una isla que está siempre pendiente de nosotros y pensamos muchísimo en cómo se sentirá ese pueblo que nos sigue y es nuestra gran motivación”, declaró Idelannis Gómez, todavía con las emociones a flor de piel.
La fe mueve montañas y, poco minutos antes, en el combate decisivo del torneo por equipos —disputado hoy en el Centro de Deportes de Contacto—, el vértigo de la final por equipos apenas le dejó mirar lo que pasaba en el tatami.
Pero Idelannis creía, como también creía Andy Granda (+100 kg), remeciendo una y otra vez a Rafael Silva, el brasileño que, aparte de ser doble medallista olímpico y cuatro veces mundial, mide más de dos metros y le saca casi 60 kilos de peso.
Mover a semejante mole no ha de ser fácil; menos aún en dos combates seguidos, estando un shido debajo y al borde del Hansoku-make, pero Granda no paraba de embestir a contracorriente en el duelo decisivo.
Precisamente a contracorriente el equipo cubano tuvo que bregar desde el comienzo, al no presentar competidora en la división femenina de -57 kg, y verse debajo 2-0 tras el revés de Magdiel Estrada (73) por wazari ante Gabriel Falcao.
Para que los milagros existan, no obstante, se debe otear primero un precipicio y en esa cornisa Idelannis le aplicó a Luana Carvalho su enésimo ippón en Santiago.
Después vino Iván Silva (90), con la cabeza toda vendada por la lesión en el pómulo que sufrió ante el dominicano Florentino en semifinales, y también emergió triunfal sobre Rafael Macedo.
“Me costaba respirar un poco porque parecía una momia —bromeó en zona mixta Silva—. Pero nada, los médicos hicieron un gran trabajo para detener el sangrado y salí a buscar la victoria, que era muy importante para el equipo y por todo el apoyo que mis compañeros me dieron.”
Su triunfo significó el 2-2 en el marcador y parecía que la tetracampeona Idalys Ortiz (+78) pondría el broche de oro a la remontada. Sin embargo, la reina del judo panamericano que casi nunca pierde, perdió esta vez ante la brasileña Beatriz Souza para añadir a la final una cuota extra de drama.
Hasta que entonces llegó la hora grande de Granda, a quien el sorteó obligó veleidosamente a repetir sin tregua su titánico esfuerzo.
Ni en el empate ni en la Regla de Oro consiguió derribar a Rafael Silva, pero las dos veces acabó removiendo con una fe inquebrantable a la montaña brasileña.
“Los judocas del equipo no hablamos antes de esta final, pero solo con mirarnos ya sabíamos que teníamos que salir a ganar por todo el pueblo de Cuba. Y esta vez, por suerte, me tocó a mí decidir”, expresó el gigante matancero, que dedicó también el triunfo a sus dos hijos, tras posar orgulloso con la bandera cubana junto a sus compañeros en el tatami.
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