Dentro de las características de este deporte, diseñado para ciegos y débiles visuales, es que el público debe permanecer en absoluto silencio con el objetivo de permitir a los atletas seguir el movimiento del balón y orientarse en el espacio y el tiempo.
Se juega en una cancha de 18 metros de largo y nueve de ancho y en cada extremo hay una portería también de nueve metros y 1,3 de altura.
La pelota es de color azul, con el mismo tamaño que una de baloncesto, un peso de mil 250 gramos y con dos cascabeles en su interior, cuyo sonido permite a los contendientes seguir su movimiento.
Ambos equipos están formados por tres miembros quienes deben evitar que el balón entre a su portería y luego, en un máximo de 10 segundos, lanzarlo a ras del piso hacia el arco rival.
El juego dura dos tiempos de 12 minutos cada uno y hay cuatro pausas con el propósito de permitir a los entrenadores entrar a la cancha a dar instrucciones.
Además, todos los jugadores llevan antifaces oscuros para bloquear la luz y la visión, y así igualar por completo las posibilidades.
Este deporte de mucha fuerza, precisión y velocidad de reacción fue desarrollado por el austriaco Hans Lorenzen y el alemán Sepp Reindle como parte de un programa de rehabilitación para discapacitados y lesionados por la II Guerra Mundial.
Se le incluyó en el programa de los Juegos Paralímpicos de Toronto en 1976 y en los Parapanamericanos desde Guadalajara 2011.
En Santiago 2023 el equipo campeón recibirá un pase directo a París 2024.
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