Según confesó el director, la cinta acerca a una forma de agresión pocas veces mostrada en la filmografía de su país, desde el contexto de una pequeña ciudad rural y con una narrativa más intimista, dirigida a la juventud.
Marcada por una estética ligeramente «oscura, densa y basada en la espiritualidad», la película muestra la lucha de los niños en un centro de internamiento experimental en Colombia a través de una historia de luz y redención interpretada por el pequeño Eliú y su mejor amigo.
«Quería buscar un nuevo matiz, creo que mi película tiene varias capas no es lineal es una película densa, oscura que intentamos que expandiera los sentidos que se convirtiera en una experiencia sensorial», explicó el realizador
En ese sentido detalló el uso de elementos que transmitieran sensaciones, el excelente trabajo con la luz y el sonido, acompañado por una banda sonora original, para comunicar esa «violencia más invisible, la de la naturaleza humana».
La entrega de Ramírez constituye la apuesta de la nación suramericana a mejor película iberoamericana para los Premios Goya 2023, mientras exhibe un destacado recorrido internacional con el Gran Prize en la Semana de la Crítica de Cannes y el Prix SACD otorgado por la Sociedad de Autores Franceses y el Jerusalem Film Festival.
A lo largo de 87 minutos, el largometraje pone foco en las terapias, trabajos forzados y pasado azaroso de sus protagonistas, quienes buscan “enfrentar la oscuridad de la naturaleza humana antes que sea demasiado tarde”, según la sinopsis.
De acuerdo con Ramírez, para llevar a cabo la producción asumió el riesgo de contar con un elenco de actores no profesionales, una práctica común en la cinematografía colombiana y que le permitió transmitir mejor el discurso estético de la obra.
La coproducción colombo-francesa obtuvo el premio a mejor fotografía del Festival Internacional de Cine en Estocolmo y resultó seleccionada para su exhibición en el circuito fílmico de renombre como Toronto y San Sebastián.
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